"Un ajuste necesario"
Fuente: La SegundaPublicado el 05 de marzo de 2024.En marzo se inicia un nuevo capítulo del debate sobre la reforma previsional. Ahora en el Senado, con nuevos actores, esperamos una conversación con un mayor sentido de responsabilidad y de urgencia, o de lo contrario estaremos en presencia del tercer intento fallido de reforma. En este nuevo escenario, proponemos reconsiderar uno de los grandes temas ausentes en la discusión: la edad legal mínima de retiro. Nuestra propuesta es igualar la edad de jubilación entre hombres y mujeres, e incorporar un mecanismo de indexación a la esperanza de vida que permita su ajuste automáticamente en el tiempo.
¿Por qué es importante este ajuste? Por un lado, para reducir la brecha de género en pensiones. En números gruesos, mientras los hombres se jubilan a los 65 años y su esperanza de vida es 85 años; las mujeres se jubilan a los 60 años y su esperanza de vida es 90 años. Es decir, el periodo pasivo de las mujeres es un 50% mayor, realidad que, si se combina con que el saldo acumulado por estas al momento del retiro es inferior a la mitad que el de los hombres, genera un resultado muy adverso. Por otro lado, indexar la edad de retiro a la esperanza de vida responde a la necesidad de enfrentar el financiamiento de la etapa pasiva de una población cada vez más longeva.
Sabemos que la propuesta sobre ajustar la edad de jubilación no es popular. Pero lo correcto es enfrentar este tema con responsabilidad y no seguir evitándolo. Creemos que el efecto no tendría el mismo impacto en las generaciones más jóvenes, que llevan poco tiempo o recién vienen ingresando al mercado del trabajo.
En concreto, proponemos igualar la edad legal de retiro de forma gradual entre hombres y mujeres, con un alza de un año por cada dos a partir de la generación nacida en 1992, de forma que las mujeres nacidas el año 2000 tengan la misma edad de jubilación que los hombres (65 años); para luego indexar a la esperanza de vida. Este ajuste contribuirá a cerrar la brecha de género en pensiones y reducir la duración de la etapa pasiva que se debe financiar, al menos para las futuras generaciones. Esto es mejor que nada.
Debemos ser capaces de tener esta conversación y enfrentar este cambio con perspectiva de largo plazo. No es razonable seguir evitando esta realidad, solo por el hecho de que no es una medida popular y nuestros políticos no quieran enfrentarla.
Fuente: La Segunda
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